domingo, 19 de abril de 2009

UN LIBRO ES UN TESORO

Había una vez un niño llamado Alejandro que vivía en una granja. Sus padres decidieron mudarse a la ciudad porque en el campo no le podían dar clases de colegio. Llegó el momento del primer día de colegio de Alejandro. No empezó muy bien que digamos. Sergio y su pandilla, unos macarras de su nuevos colegio, estaban viendo de lejos un cartel, cuando, Alejandro se puso en medio sin querer. Sergio, rápidamente protestó y le dijo:
― ¡Eh tú, quítate de ahí o te machaco!
― Oh, perdón. ― dijo Alejandro.
En ese momento pasó una chica por su lado, le cogió del brazo y salió corriendo con él. Alejandro le preguntó por qué había hecho tal cosa. Entonces ella le contestó:
― Hola, me llamo Laura, mucho gusto. He hecho eso porque de no ser por mí, ahora no estarías vivo. Hazme caso, no te acerques más a Sergio y su pandilla, son como animales salvajes, y si eres su amigo te dejarán tirado cuando más lo necesites.
― ¿Por qué dices eso? ― preguntó Alejandro.
― Bueno, porque a mí me ha pasado. Un día me peleé con mis amigas y ese mismo día me dijeron que no iban a ser más mis amigos y me di cuenta de que no valen ni un céntimo. ― dijo Laura.
Después, cuando Alejandro llegó a su casa se lo contó a su madre. Raquel, su madre, reaccionó dándole un libro y como a Alejandro le pareció tan absurdo, le preguntó:
― Mamá, te he contado el problema tan grave que he tenido en mi primer día de colegio y tú, ¿Me das un libro?
― Cariño, este libro te va a enseñar cómo tienen que ser tus amigos, personas que nunca fe fallan y siempre estarán a tu disposición para que estés a gusto. ― Contestó Raquel.
― Pero mamá, este libro tiene cuatrocientas páginas, ni un dibujo y la letra muy pequeña. ― Protestó Alejandro.
― Hijo, cuando vas a leer un libro no tienes que fijarte en eso sino en que el argumento sea bueno y bonito, y que el pensamiento que te dé sea agradable, no lo contrario.
Al cabo de un mes, Alejandro iba leyendo por la página doscientas treinta y siete del libro, había aprendido muchísimo de sus amistades, con Laura se llevaba bien y tenía muchos más amigos y amigas.
Un día, cuando Alejandro se dirigía hacia la papelería, se encontró con Laura y se acercó a ella. Entonces ella le dijo que lo iba a acompañar. Mientras le contaba que le gustaría mucho tener un cachorrito, vio a un niño pequeño dándole una patada a una caja sucia y abandonada que cayó a la carretera. En ese momento se oyó un ladrido muy agudo desde dentro de la caja.
Laura pensó por un momento que podría ser un perrito abandonado y que, aunque no fuera eso y fuese cualquier otra clase de animal, no podía dejar que le pasara nada. Salió corriendo y consiguió llegar hasta la caja y ver lo que era. Se emocionó tanto que se quedó paralizada. Alejandro, al verla parada en medio de la carretera, pensó que podía pasar un coche y atropellarla. Así que por un momento pensó en el libro que le dio su madre y que en él ponía que a un amigo nunca se le falla. Alejandro corrió y corrió hasta que consiguió empujarla y sacarla de la carretera. Pero tuvo mala suerte. El hermano de Sergio, que iba conduciendo el coche y hablando por el móvil, o sea muy despistado, atropelló a Alejandro, mientras Laura lloraba desesperadamente.
Cuando sus padres se enteraron, lo llevaron al hospital y estaban muy desesperados por lo ocurrido. Menos mal que todo quedó en un susto. Alejandro tendría la pierna escayolada durante dos meses y decía que lo haría mil veces. Su libro era un tesoro.
Gloria Barrios Ruiz. 5º

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